"No soy un perfecto inutil, por lo menos sirvo de mal ejemplo"

lunes, 7 de mayo de 2012

Cazadores-recolectores

   Es verdad que no contaban con papel higiénico para después de dejar el lastre, ni con el resto de comodidades que nos hacen la vida más fácil, pero por contra y teniendo en cuenta lo tedioso de la vida media de cualquier occidentaloide, felices ellos que paternos campos con sus hachas de piedra cortaban sin rendir a la usura vasallaje. No digo yo que volvamos a un estilo de vida en el que echaríamos de menos enseguida el champú y la pasta de dientes pero ¿Es esta vida sedentaria e inane, que nos vuelve perezosos y quejicas algo mejor que aquello? Las ciudades, pueblos, villas, villorrios o agrupaciones de casas son en cierto modo un campo gravitatorio, dependiendo de su tamaño cuesta más o menos alcanzar la velocidad de fuga para escapar de su influencia y una vez que somos puntos en movimiento nos damos cuenta de que nuestra antigua capacidad de supervivencia está, en el mejor de los casos muerta.
   El recurso más escaso es a su vez el más valioso, el agua en el desierto, el aire en una cápsula espacial, el ibuprofeno en los días de resaca; en estos tiempos de crisis es el dinero, que siempre tuvo relevancia, pero ahora lo es más por su carencia. Es cuando nos damos cuenta de que nuestra fruta crece en los supermercados, y también todo lo demás, y sin dinero no puedes cazar ni recolectar en el Carrefurcia, ni en ningún otro lado. El dinero ha sustituido todas esas capacidades de autosuficiencia que hasta hace no demasiado se daban por supuestas: cualquier bachiller es capaz de derivar integrales, pero no tiene ni puta idea de como hacer pan. Y no digamos de como llevar su vida adelante en el espacio exterior, el que está fuera de su comunidad, allí donde los supermercados son seres mitológicos y la PlayStation una radio para hablar con Dios.
   Estoy desvariando, lo se, son simples reflexiones sobre nuestro modo de vida que aun estando lejos de ser perfecto, encuentra defensores acérrimos en todos los sofás del planeta. Observo pasmado como todo el mundo en Futbolistán, o casi, de pronto se ha quedado paralizado como los conejos al borde de una carretera cuando los faros de un coche los hipnotiza, sin capacidad de reacción, sin dinero para cazar y recolectar, y sin posibilidad de dar marcha atrás o cambiar de rumbo ya que, hemos entregado casi todo en manos de los demás, esos que están esperando a su vez algo de nosotros. Esa especialización asesina que nos vuelve esclavos de nuestro campo gravitatorio particular. 

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