"No soy un perfecto inutil, por lo menos sirvo de mal ejemplo"

miércoles, 28 de marzo de 2012

Propósito

   La principal razón por la cual nunca me interesó escribir a través de un medio como lo es un blog es que no tengo nada que contar. Esto en sí mismo es un cliché, pero es cierto. Escribo hace mucho, antes en papel, ahora sobre nubes de electrones y siempre me pregunté por el propósito de querer escribir. Con mayor o menor acierto, impulsivamente o con premeditación, de manera regular u ocasional, siempre he escrito. Por lo tanto, si por un lado estoy convencido de no tener nada que contar y por otro siento esa necesidad y, válgame la modestia, no se me da del todo mal ¿Cuál es el propósito?
   Hay una diferencia básica entre garabatear en un cuadernillo condenado a perpetua en un cajón de cualquier escritorio y un medio de acceso masivo (se permiten las risas) como un blog: el primero no va a leerlo ni el tato y el segundo tampoco, pero es susceptible de serlo. La escritura personal a menudo no es más que un rosario de duelos y quebrantos, lagrimeo postadolescente sobre el desamor y la soledad; uno se cree un poeta maldito nacido para renovar la literatura y dejar para siempre su nombre en los mármoles. Si esa escritura solipsista llega a manos de alguien, suele causar reacciones que van desde la complicidad cursi hasta la incómoda necesidad de ser hipócrita y no perder una amistad. El tiempo pasa y a menudo la necesidad de escribir cesa, en otros casos se mantiene y busca su propósito.
   A no ser que el escritor barra escritora en ciernes sea una bestia corrupia, un titán de las palabras, el camino suele presentarse largo, lleno de correcciones y momentos amargos, tanto como de pequeños logros. Pese a todo se va avanzando, se va dilucidando un estilo, una temática preferida, unos intereses cada vez menos vagos. La vida misma es una forja que va templando la mente a base de golpes y baños fríos. En conjunto y con la perspectiva del tiempo uno se da cuenta de quien era y quien es, de como escribía y como escribe, pero al menos en mi caso sigo preguntándome para qué.
   El por qué nunca lo averiguaré; igual tiene que ver con el Karma o con el Feng Shui, con la providencia o la genética, "not a clue", tampoco es lo importante porque cada segundo que pasa uno se aleja más de ese por qué, si es que existe, pero también se aleja de la posibilidad de averiguar para qué, que es lo importante, y he ahí la prisa por dilucidar el propósito, saber que se está comprando el billete del tren correcto. De momento lo único que sé es que debo seguir mejorando mis habilidades, seguir indagando, hacer el trabajo del detective y hurgar hasta sacar el moco molesto que no me deja respirar.

martes, 20 de marzo de 2012

La jaula

   Hace once años aproximadamente, me encontraba en una situación similar a la actual, aun sin haber llegado la semana santa ya me preocupaba lo que iba a suceder a finales de verano, me explico. Mi intención por aquel entonces era vivir en Madrid, para ello necesitaba encontrar un trabajo que me reportara un sueldo más que decente, llevar una vida de monje cartujo, ahorrar todo lo posible y cruzar los dedos, todo en ese orden. En marzo del año 2001 no tenía nada de eso, por contra lo compensaba con grandes dosis de angustia, motivada por esas carencias.
   También contaba con una libreta de cartoné que empecé a utilizar a modo de diario, en ella sometí mi mente a la tortura de tener que dejar por escrito toda la auto-compasión acumulada a lo largo de aquellos días; el propósito era bien simple: sobrevivir a los seis meses que me quedaban por delante. Me costó lo mio, conseguí todo lo que necesitaba a un precio alto, pero lo conseguí. Once años más tarde me veo en casi la misma tesitura y el cuaderno de cartoné ahora es de plástico y silicio mayormente.
   La conexión entre ambos momentos es la sensación, la constante sensación de estar encerrado y de mi lucha por escapar. Cada una de mis circunstancias se corresponde con una de las paredes de la jaula, si paredes se las puede llamar, las mismas olas de angustia me recorren el cuerpo y la mente, la misma necesidad de exorcismo y cordura, de cambio y libertad, de compromiso con el futuro.
   Una diferencia sin embargo, es el hecho de que ni muerto voy a dejar constancia por escrito de esta travesía, ni hablar de un rosario de lágrimas no lloradas. Mi mente va a estar fija y concentrada en lo que está por venir, en lograr subir a ese avión que me va a llevar a Amsterdam, en el autocar que me transportará a Rotterdam, a La Haya, a Utrech y de vuelta a Amsterdam, repositorio final de todas mis esperanzas. Allí me espera una nueva vida, una última oportunidad de ser libre.